Dra. Mayra Sánchez Medina
Proyecto de investigaciones estético
filosóficas
Instituto de Filosofía, Cuba
En medio del fragor de los últimos días y de
la tensión que a muchos nos generó la visita del primer presidente de los
Estados Unidos de nuestras vidas, destacó, sin lugar a dudas, esa sorpresiva
conversación telefónica Pánfilo-Obama que vimos en Tele-Avances y en reiteradas presentaciones por Telesur. Recuerdo que en la primera
ocasión, mi esposo se reía de mi ingenuidad, pues, “sin lugar a dudas se
trataba de un montaje”. Luego supimos que fue real, y, según afirmaciones del propio Luis Silva, respondió a un deseo
de Obama y sus asesores. Entonces, todo se aclara…
Además de la sorpresa de lo inusitado -el
presidente del país más poderoso del mundo conversando con nuestro Pánfilo-, el incidente nos ha brindado una inmejorable oportunidad
de conocer, incluso de vivenciar, algo que hasta ahora nos parecía muy lejano,
cosa de libros y películas del sábado, que, por demás, resultan relativamente cotidianos
para buena parte del mundo. Hemos sido testigos de una bien hilvanada muestra
de estetización de lo político.
A
pesar de lo encriptado del titular, cuando hablamos de estetización de lo
político nos referimos, justamente, al uso
que está haciendo la política actual de elementos de naturaleza estética. Si
bien es cierto que son muchos los ejemplos que muestran que esto no es nuevo y
que históricamente el poder se ha auxiliado de ciertos dispositivos simbólicos
– recordemos la monumentalidad de las tumbas faraónicas y la diferenciación en
tocados, escala y apariencia en la representación de los gobernantes de la
mayoría de las culturas; las sacralizadas ceremonias de coronación en las
cortes europeas; las prácticas de erigir monumentos y conmemorar fechas; …- el
siglo XX asistió a la autoconciencia progresiva del papel movilizador de este
tipo de artilugios, utilizados hasta la saciedad como armas de dominación
económica y política. Hacia mediado de la década del 30 del pasado siglo el
pensador alemán Walter Benjamín, introdujo la problemática explícitamente en su
hoy clásico ensayo La obra de arte en la
era de su reproductividad técnica (1936).
Tomando
como contexto el fatídico esplendor del fascismo alemán, Benjamín hace un interesante
paralelo entre el actor cinematográfico y el gobernante político, y muestra
como la aparición de nuevos soportes
tecnológicos y los cambios que estos introducen en los modos de percepción y
apropiación de los mensajes artísticos, no han impactado solamente la esfera
del arte sino que se perciben también en lo social, al punto que llegan a
cambiar la forma de hacer política: “También en la política es perceptible la
modificación que constatamos trae consigo la técnica reproductiva en modo de
exposición. La crisis actual de las democracias burguesas implica una crisis de
las condiciones determinantes de cómo deben presentarse los gobernantes...!el
parlamento es su público! (este es visto en su discurso por un sinnúmeros de
espectadores y se convierte en primordial la presentación del hombre político
ante estos aparatos) los parlamentos quedan desiertos, así como los teatros, la
radio y el cine no solo modifican la función del actor profesional, (sino que
cambian también los mecanismos de
gobernación)... la dirección de dicho cambio es la misma en lo que respecta al
actor de cine y al gobernante…”
En su análisis, Benjamín destaca el valor
exhibitivo, reconocible también en la nueva obra de arte moderna, como uno de
los rasgos del político nuevo que “…aspira, bajo determinadas condiciones
sociales, a exhibir sus actuaciones de maneras más comprobables e incluso más
asumibles. De lo cual resulta una nueva selección ante esos aparatos y de ellas
salen vencedores el dictador y la estrella de cine...”.[i]
Este
valor exhibitivo que gracias a la técnica va a adquirir el producto
cinematográfico, será analizado por Benjamín, como una de los resortes que
utiliza el fascismo en su demagogia, y que también estudiarían Adorno y
Horkheimer en la Dialéctica del
Iluminismo. Desde este mecanismo de exhibición – expresión, extrae su noción de esteticismo político[ii],
como el marco social que establece el poder, apoyado en la tecnología, cuando
hace posible una participación popular
solo a nivel formal y representacional, solo en el plano estético.
“El
fascismo- afirma Benjamín - intenta organizar las masas recientemente
proletarizadas sin tocar las condiciones de la propiedad que dichas masas urgen
por suprimir. El fascismo ve su salvación en que las masas lleguen a expresarse
(pero que ni por asomo hagan valer sus derechos). Las masas tienen derecho a
exigir que se modifiquen las condiciones de la propiedad; el fascismo procura
que se expresen precisamente en la conservación de dichas condiciones. En
consecuencia, desemboca en un esteticismo de la vida política”.[iii]
Otra de las premoniciones
geniales de Benjamín está en el centro mismo de la noción actual de
estetización: “…La humanidad, que antaño, en Homero, era un objeto de
espectáculo para los dioses olímpicos, se ha convertido ahora en espectáculo de
sí misma”.[iv] Justamente, la espectacularidad de la
sociedad capitalista, ha sido ampliamente reconocida desde la profética obra de
Debord.[v]
Para él, el "espectáculo" es la comunicación humana devenida
mercancía.
Esto se aprecia abiertamente en nuestros
días: más allá de los programas políticos y sus agendas; en las confrontaciones
entre partidos y pujas por alcanzar las bancas parlamentarias, las estrategias de poder apelan a los llamados
mecanismos “blandos” dirigidos a sensibilizar, conmover, seducir,…, esgrimiendo
como armas refinadas la apariencia y el carisma de los líderes (se habla de una
veddetización de los gobernantes), cuyos estudiados gestos intentan impactar la sensibilidad de sus votantes.
Asesores de imagen, fotógrafos,
maquilladores y hasta peluqueros propios, integran el staff de los
políticos-vedettes, que hacen cursos para saber desenvolverse ante las cámaras
y descubren los invisibles secretos del lenguaje corporal. En estas lides, los
que más destacan por su habilidad histriónica, tienen grandes posibilidades de
vencer a sus contendientes en las justas electorales.
Con estas contingencias, estudiar la política
se ha convertido en un asunto bien complejo. De
hecho, asistir a ella como observadores, reclama de una mirada aguzada y
alerta, que si bien se detenga en las acciones y relaciones de las instituciones políticas reconocidas – el
estado, los partidos, los estamentos y las leyes- se extienda al extenso campo de la
subjetividad y su marco sensible, espacio en que también se están estimulando los resortes internos de
lo político.
Obama
y sus asesores nos brindaron una clase magistral de cómo operar estos resortes
en la comunicación política, utilizando al humor comos recurso, desde uno de
sus personajes más reconocidos y aceptados por el gusto popular. Sonriamos
entonces, pero, sin ingenuidad. Ya sabiamos que el campo de batalla politica se
había tornado en un espacio marcadamente cultural. Aquí tenemos una excelente
muestra.
Notas
[i] W.
Benjamín, La obra de arte en la época de
su reproductividad técnica, en Discursos Interrumpidos I. Madrid:
Edic.Trasvs, 1973. p. 38-39 (nota 19).
[ii] Aunque el
arte vanguardista había hecho lo suyo por salirse de la estrechez
tradicional, y se había proyectado ya en
la relación arte y política, -de hecho, el término vanguardia tiene su origen
en el entorno de los movimientos sociales del siglo XIX quienes a su vez lo
toman del argot militar - esta sería la primera vez en que se utiliza un
término derivado del discurso de la estética para caracterizar sucesos que se
encuentran según la tradición, muy lejos de lo que le concernía como esfera
considerada como autónoma. Su análisis constituye uno de los antecedentes más
lúcidos del reconocimiento de la existencia de
lo estético fuera de los marcos del arte.
[iv] W. Benjamín. O. C. Pág. 57.
[v] Me refiero a
La sociedad del Espectáculo. http://www.debord.espect.htm