Existe consenso entre psicólogos y pedagogos de que es el hogar donde el
niño comienza a formarse; es allí donde adquiere hábitos, costumbres, valores,
principios morales, que lo acompañarán por el resto de su vida, los cuales
resultarán después muy difíciles de cambiar. Recuérdese el viejo refrán que
dice: árbol que crece torcido, jamás su
tronco endereza, pues se hace naturaleza el vicio con que ha crecido.
Pero sobre todo es en el hogar donde el niño empieza a hablar y no puede
desconocerse el valor del lenguaje para la cultura humana, en especial, el
relevante papel que Federico Engels le asigna para la aparición de la propia
especie en su conocida obra El papel del
trabajo en la transformación del mono en hombre. No constituye pues una
arbitrariedad reconocer a la familia como la célula fundamental de la sociedad.
También se considera que la escuela,
en especial la escuela primaria, desempeña un papel importante en la
educación de las nuevas generaciones. Ella es capaz de reforzar aquellos
principios valiosos para la conducta del educando y transformar o eliminar
aquellos que puedan resultar nocivos, ya que no todos los hogares poseen las
condiciones necesarias para proporcionar a sus jóvenes miembros una educación
adecuada; no en todos ellos se les inculca a los niños sólidos valores o elevados
principios morales: el amor a la patria, el respeto a los derechos
humanos, la honestidad y muchos otros de los que conforman una personalidad
armoniosa y digna. Por el contrario, muchas veces se les inculcan sentimientos
egoístas, el recurrir a la mentira para justificar errores o
irresponsabilidades y algunos otros hábitos que no forman sino deforman la
personalidad del niño o el adolescente.
Se considera también que la educación
media (secundaria y pre-universitario), que actúa sobre masas juveniles aun no
totalmente maduras, puede ejercer influencia sobre su formación.
Sin embargo, muchos consideran que a
la educación superior el estudiante llega ya formado y que el profesor
universitario no ejerce influencia en su formación. Este debe ser esencialmente
un especialista de alto nivel capaz de trasmitir con maestría sus conocimientos
a sus alumnos, a fin de que los integren a los demás que conforman el curriculum de su carrera, sin que tenga
que preocuparse por nada más, a lo sumo reprimirlos si en clase no se comportan
adecuadamente.
Nunca he concordado con estos criterios. Pienso que el profesor
universitario tiene muchas posibilidades de influir positivamente en la conducta
de sus educandos. Generalmente gozan de mucho prestigio entre sus alumnos, no
solo por los conocimientos que poseen sino por la función que realizan en la
sociedad, en especial cuando tienen una destacada actuación en su vida
profesional. Entonces pueden y deben servir de ejemplo y por consiguiente
ejercer sobre sus alumnos una muy importante influencia.
Tal vez haya llegado a sustentar estos criterios porque en mi vida de
estudiante universitaria tuve la suerte de contar con un grupo de profesores,
no solo de mucho nivel intelectual, sino que fueron verdaderos ejemplos de
cubanía, patriotismo y fervor revolucionario. Entre ellos se encontraba la Dra. Vicentina Antuña Tabío,
que en los primeros días de este año 2009 cumpliría el primer centenario de su
nacimiento, ocurrido en la habanera ciudad de Gűines el 22 de enero de 1909 y
quien, a mi juicio, bien se merece este homenaje de recordación.