lunes, 23 de mayo de 2016

Sor Juana Inés de la Cruz y su influencia en el pensamiento contemporáneo hacia la equidad de género

En nuestro Nº 45, un artículo de 



MSc. María del Carmen Sepeda Trinidad
Profesora Investigadora en la Universidad Popular de la Chontalpa, en Cárdenas, Tabasco, México. Maestría en Filosofía por la Universidad de La Habana y aspirante en la misma universidad.




Un análisis del contexto histórico de España y la Colonia de la Nueva España, del siglo XVII en el que nace Sor Juana, permite establecer los acontecimientos que vienen a determinar el curso de su pensamiento opuesto a la concepción tomista de la época, poniendo de manifiesto el conflicto de dos concepciones antagónicas: el espíritu racionalista del renacimiento y la tradición escolástica.
La Edad Media, también llamada época del oscurantismo, fue frustrante para hombres y mujeres de ciencia, ya que el pensamiento tomista dominó este periodo, el cual caracterizó por la gran dominación espiritual e intelectual de la Iglesia Católica. La explicación de todo hecho natural se resolvía en la voluntad divina, por tanto, la razón, la lógica y la ciencia no tenían cabida. Estos elementos negativos concluirán durante el Renacimiento en una serie de conflictos internos en los principales países de Europa, donde ya había surgido el protestantismo, sobre todo en España, donde primaba un catolicismo ortodoxo, que influenció en las colonias americanas.
Los españoles tardaron en darle entrada a las nuevas ideas del Renacimiento debido a este catolicismo imperante que gobernaba su país. Situación que interviene de manera puntual en la cultura de América, donde la evangelización de los indios, como parte obligada de la conquista, significó la sumisión física y espiritual. La Iglesia Católica penetró en todos los rincones de la Nueva España, imponiendo la filosofía escolástica o tomista, que subordinaba la razón a la fe. Por lo anterior, y desde entonces España, América y la Nueva España se encuentran social y culturalmente vinculadas. 
En América se plantea la complejidad del siglo XVII, ya que al mismo tiempo es filtro y cristalización de los mejores y peores elementos de la herencia española. Para las mujeres de la Nueva España y América es el momento en que se experimentan las peores manifestaciones de la opresión masculina, tolerando la discriminación étnica, social, económica y religiosa, aun cuando en Europa había llegado el Renacimiento prometiendo algún grado de flexibilización, de preeminencia racionalista a todo el mundo.
En esa época, la Nueva España era rica en promesas de prosperidad económica para los españoles criollos, que aspiraban a otra realidad económica y social. Sin embargo, la mayoría se enfrentaba con un conservadurismo que los mantenía al margen de la administración virreinal y donde la nobleza y el clero en una simbiosis de poder, mantenían las riquezas y privilegios, mientras que los campesinos indígenas sufrían la crisis económica.
En este contexto nace y se educa Juana de Asbaje, en un momento en que los productos de la riqueza y del progreso que se dejan sentir de forma diferenciada en los distintos estratos de la sociedad mexicana. Este conservadurismo social dificultaba el acceso a otra clase social elevada, solo algunos burgueses lograron acceder a la nobleza. La única posibilidad de escalar una nueva posición social era pasar a pertenecer al clero. Lo mismo era en España que en sus colonias americanas.
Por lo anterior, la vida espiritual de las mujeres se encontraba en las manos de los eclesiásticos españoles que trataban de tener bajo control todas las pasiones. Jean Franco (1986: 27-35) señala al respecto: “En la Nueva España del siglo XVII, las mujeres principales tienen un confesor privado, un consejero que cuida por la salud espiritual de aquellas vinculadas con los círculos más estrechos del poder colonial. Las materias del corazón y la cabeza, la razón y la pasión, no podían ser dejadas al libre arbitrio de seres humanos considerados frágiles y vulnerables como las mujeres”.
Esta situación originó la existencia de fundaciones religiosas femeninas, donde Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, que desde temprana edad muestra sus ansias de saber, y dada las restricciones de la época para las mujeres, ve en los hábitos la oportunidad de tener acceso a los libros y así poder satisfacer su curiosidad y hambre de conocimiento. Algunos afirman que su confesor, el padre jesuita Antonio Núñez de Miranda influyó para que ella tomara los hábitos, situación que resultó muy conveniente para Sor Juana en su visión intelectual.
Por supuesto que estas divisiones afectivas y mentales, establecidas por el poder de los hombres y cultivadas socialmente, con todas sus manías jerarquizadoras y discriminatorias, no pasaron inadvertidas para Juana de Asbaje, quien también heredaba todos los valores culturales de su época y a la cual se opuso y expresó mediante sus obras.
De esta genialidad literata, conociendo todo este contexto sociocultural en el cual se desenvolvió la vida y la obra de Sor Juana, Octavio Paz (2008: 15-17) expresa que se trata de un personaje con una individualidad poderosa y que su obra posee innegable singularidad, al mismo tiempo la mujer, la monja y la intelectual. La vida y obra de Sor Juana se complementan en ese contexto que guardan relación con otras obras del pasado y del presente, de donde toma modelos, pero que también son sus rivales. Empero, además, el mensaje de sus obras confronta aquel sistema impuesto por la ortodoxia eclesiástica. Este carácter, insensato para su época, le hubo de causar problemas en el claustro, pero también fueron fuente de inspiración para remarcar en sus obras la opresión y discriminación a la que era expuesta la mujer de su época.
Por otra parte, hay que señalar que Juana de Asbaje provenía de una familia solvente económicamente, de abuelos españoles, de padre español y madre criolla, dueños de esclavos y sirvientes indios, de los que aprendió el náhuatl. Y dado que su abuelo tenía una biblioteca, ese primer acercamiento a los libros lo recibió allí, en la biblioteca de su abuelo, quien la consentía leyéndole los libros. Desde niña, Juana de Asbaje dio muestra de una mente prodigiosa, aprendiendo a leer desde los tres años y ganando un libro como premio por escribir una obra de teatro de elogio al Santísimo Sacramento, dirigida a un público diversificado en la que logra unir las tres culturas: indios, españoles y criollos (Altamirano, 2013: 25).
El vestirse de hombre, si fuera necesario, para asistir a la Universidad, fue lo más hozado en el pensamiento de la joven Juana de Asbaje. Al escuchar la existencia de una universidad en la ciudad de México, pidió a su madre que la vistiera de hombre para asistir a clases, pues solo a ellos les era permitido asistir. Situación que refleja la discriminación de la mujer en esa época donde le era negado el derecho a la educación (autobiografía de Sor Juana, citada por Altamirano, 2013: 34, 35).
A los quince años se va a la Ciudad de México con su tía materna, quien gozaba de una condición económica privilegiada, y en donde Juana empieza a ser admirada en la sociedad citadina por su belleza e inquietud por los libros, aprendiendo el latín porque la mayoría de los libros estaban escritos en esa lengua. Estas virtudes la agraciaron ante los virreyes, convirtiéndose en la dama preferida de la virreina (Saucedo, 2007: 16-19). Pero también fue juzgada por la inquietud de adquirir conocimientos. Algunos decían que era un hombre vestido de mujer, y otros, que estaba poseída por el demonio, lo que llevó a la virreina hacerla examinar por cuarenta maestros, prueba de la que salió airosa. 
(...)

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martes, 3 de mayo de 2016

Una anécdota sobre la trascendencia del ‘intelectual orgánico’ en la Revolución Cubana



Dr. Orlando Cruz Capote, Investigador Auxiliar, Instituto de Filosofía, Cuba

Para algunos el contacto de horas y lo que se trató en el mismo transcurrió inadvertido o muy común, entre la emoción de la llegada y del encuentro, otros le realizaron una lectura diversa, quizás temprana o tardía e ‘inocente’. Me refiero cuando el máximo líder de la Revolución Cubana Fidel Castro recibió a los cincos Héroes de la República de Cuba, luego de alrededor de dos meses y medio del regreso de los tres últimos de las prisiones en los EE.UU., y Ramón Labañino le preguntó al Comandante en Jefe en el último instante de la intensa e íntima reunión: “(…) ¿qué podemos hacer los Cinco ahora?”. Fidel, el genio político, quedó pensativo, pero raudo les respondió de la manera menos ‘esperada’: “(…) sean científicos”, les dijo de forma rotunda.

 
 La interrogante de uno de los camaradas de combate, por la que tanto Fidel personalmente, la dirección del país, el pueblo cubano y la solidaridad internacional había luchado contra sus arbitrarias e injustas sanciones carcelarias, no era fortuita. Estaba solicitando humilde y comprometidamente, a nombre de los demás compañeros, cuál sería la nueva misión que les podía asignar la Revolución en los momentos del feliz retorno al seno de la familia y de la Patria. Alguien afirmó, con cierta lógica, que por ser graduados en centros educativos de alto nivel en la nación, pues bien podrían retornar al ejercicio de sus profesiones para lo cual se habían preparado antes de cumplir sus labores de antiterroristas en las entrañas del monstruo. No solamente por la tranquilidad y seguridad de Cuba, sino la nuestraamericana y la del pueblo estadounidense.

Pero la visión de esta contestación del Compañero Fidel trasciende el ángulo estrecho de cualquiera de sus profesiones y oficios. Si recordamos con fidelidad su concepto de porvenir para una Cuba, que proclama socialista un 16 de abril de 1961, veremos que en fecha temprana como el 15 de enero de 1960 expresó: “El futuro de nuestra patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que estamos sembrando; lo que estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia, ya que una parte considerabilísima de nuestro pueblo no tenía acceso a la cultura, ni a la ciencia…”. Entonces se dibuja una idea central en su eterno proceso de aprendizaje / desaprendizaje de saberes y conocimientos, que es enriquecida a lo largo de su trayectoria existencial, que este año 2016, arriba a sus 90 años. Así lo reafirmó en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, el 3 de febrero de 1999: “(…) Una revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas”,[i] y en las palabras de clausura de la Conferencia Internacional “Por el equilibrio del mundo”, sugirió a los presentes que “(…) frente a las armas sofisticadas y destructoras con que quieren amedrentarnos y someternos a un orden económico y social injusto, irracional e insostenible (la solución era): ¡sembrar ideas!, ¡sembrar ideas! ¡y sembrar ideas!; ¡sembrar conciencia!, ¡sembrar conciencia! ¡y sembrar conciencia!”,[ii] confirmándolo un mes después, con un alcance universal y humanista: “(…) Las ideas son hoy el instrumento esencial en la lucha de nuestra especie por su propia salvación”.[iii] Porque al final de cuentas, Fidel lo comprende por experiencia personal, las ideas justas no se matan.
No es desconocido que Fidel Castro es graduado de Derecho, o sea, es abogado. Que lo alcanza al unísono en tres carreras afines: Derecho, Derecho Diplomático y Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana, en septiembre de 1950, (ingresó el 4 de septiembre de 1945), optando por la matrícula libre dada la difícil situación existente en ese recinto de estudios donde proliferaban múltiples grupos gansteriles y paramilitares -el mismo le llamaría “un ambiente de fuerza, de temor y de armas”,[iv] a los que la policía universitaria, ‘totalmente controlada por los grupos de poder’ protegían, aupaban y utilizaban para que no surgieran movimientos de rebeldía estudiantiles contra los regímenes corruptos de Ramón Grau San Martín (1944-1948) y Carlos Prio Socarrás (1948-1952). Su vida estudiantil, donde alcanza un nivel político, teórico y práctico inestimable, además de liderazgo y ascendencia sobre los educandos, transcurrió en una zozobra constante ante las amenazas contra su vida por parte de los mafiosos, lo que se denominó en la época como ‘el bonchismo universitario’, quienes asesinaban con impunidad a quienes se le opusieran.

Por lo que Fidel es un intelectual de formación, pero desde su niñez y juventud, un pensador con sentido de la justicia y rebeldía contra todo lo indigno e inmoral, por eso en la universidad se autodenomina, primero, como un ‘comunista utópico’, aunque proviene de un padre latifundista, que forja -sin preceptores directos- su organicidad revolucionaria de manera continua, incluyendo las rupturas inevitables de su evolución en el combate ideológico y político de la práctica cotidiana.

En primer lugar, abrazando y comenzando a recrear ad infinitum en las nuevas condiciones sociohistóricas concretas de finales de las década del 40 y 50, el ideario y el accionar patriótico, ético-político y antimperialista martiano contra la corruptela de la seudo-democracia representativa burguesa, el falso ‘democratismo liberal’ capitalista en un país subdesarrollado y muy dependiente de las élites de poder de Washington; en segundo lugar, se hace poseedor de un conocimiento profundo de las heroicas tradiciones históricas, políticas, militares independentistas -entiéndase el Ejército Libertador Cubano o ‘Mambises’ en la guerra de liberación nacional contra la metrópolis colonial española, comenzada el 10 de octubre de 1868- y culturales de la nación cubana, incluyendo la antimperialista nacional (la huella de la Revolución del 30 es indeleble en su formación), la  nuestraamericana y universal; transitando finalmente hacia el marxismo y el leninismo, no solo por lecturas que admite le fueron muy necesarias, sino por la experiencia viva y la interpretación objetiva y crítica que hace de la realidad cubana de entonces, con una reflexión y perspectiva de acción transformadora con, para y por las masas populares, por lo que arriba a la conclusión que el camino para la solución de los males de la seudorepública era, y continua siendo, el rumbo anticapitalista, seleccionando el camino hacia el socialismo. Una idea que no concibe separada de la conquista del poder político para lograr la independencia y soberanía nacionales y la justicia social sino que las vincula indisolublemente.

Aunque el enfrentamiento del imperialismo norteamericano haya catalizado la radicalidad del proceso revolucionario, ese devenir ya está más presente que nunca en su pensamiento antimperialista y antiyanqui ante el artero golpe de Estado de Fulgencio Batista, un 10 de marzo de 1952, como poco después en los combates en la Sierra Maestra con el Ejército Rebelde, y en la lucha clandestina en los llanos y zonas urbanas de la Isla. Por ese motivo, está al frente de una organización que es un movimiento insurreccional, armado, social-político, popular, moral y cívico: el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (fundado el 12 de junio de 1955) que trata de unificar a todas las fuerzas revolucionarias y los esfuerzos posibles e imposibles para derrocar al tirano y lanzarse a una lucha más amplia y compleja contra la reacción de las clases oligárquicas burguesas, las grupos y sectores socioeconómicas-políticos internos adversos al cambio de estatus y el imperialismo yanqui que esta solo a 90 millas de la nación cubana y que él conoce perfectamente, por lo que espera una activación de su mesianismo expansionista ante el triunfo de una Revolución radical como la ocurrida un primero de enero de 1959. Tal como ocurrió en la realidad.

 
 Siendo un hombre que podía haber sido muy útil, pragmáticamente, a la burguesía interna, clientelista y lacaya, junto al beneficio personal y familiar, dada su inteligencia, voluntad, audacia, sagacidad, oralidad y habilidad jurídica-política -ver su alegato de defensa ‘La Historia me absolverá’, el 26 de octubre de 1953, luego de ser apresado como líder indiscutible de la ‘Generación del Centenario’, por los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente, el 26 de julio de 1953-, Fidel Castro se ‘suicida como clase’, tal como lo definiera el dirigente  revolucionario africano Almicar Cabral, y pone todo su intelecto y práctica a favor de ‘los pobres de la tierra’. Por eso está, en 1947, en los preparativos de la expedición armada de Cayo Confite para luchar contra el sátrapa dominicano Rafael Leonidas Trujillo; en 1948 se involucra en ‘El Bogotazo’, Colombia; además es integrante del Comité Universitario Pro-Independencia de Puerto Rico; y más tarde, en 1954, del Comité Pro Guatemala, cuando se produce la agresión-militar de la CIA y la OEA contra ese pueblo; y de la causa a favor de los desposeídos, de los trabajadores, campesinos, trabajadores manuales e intelectuales y todos los excluidos de la Cuba, tal como conceptualiza al pueblo, “cuando de lucha se trata”, en el documento programático ya mencionado.

Pero, nunca en su larga vida política por la liberación nacional y la justicia social abandonó su rol de ‘intelectual orgánico’, que significa, explícita e implícitamente, un papel a desempeñar en el ámbito ideológico, ético-político y cultural. Porque es un líder no solo de un partido comunista (3 de octubre de 1965), sino que es un dirigente político popular con una cultura integral enciclopédica, incluida la urgente cultura política, una formación ideológica y política de altísimo nivel, nacional, regional y mundial, de las cuales no se siente atado a cualquiera de sus axiomas y dogmas, pero de las cuales abreva de forma permanente, sin descuidar aprender y comprender dialéctica y críticamente lo que se mueve a su alrededor teórica, política y prácticamente, siendo por antonomasia solidario e internacionalista.

Entonces no hay que dudar. Fidel, el siempre Comandante en Jefe Fidel Castro, les dijo a los Cinco Héroes que se prepararan científica e ideopolíticamente para las nuevas batallas de pensamiento que se nos agolpan ante las incertidumbres de las relaciones diplomáticas con los EE.UU. y el océano capitalista que nos rodea, que hoy es un sistema de dominación múltiple del capital planetario, transnacional y neoliberal por más señas. Solo la unión de la ciencia, la ideología, la política, la ética, la cultura y el compromiso práctico transformador con las causas del socialismo en Cuba, las luchas sociales y políticas antimperialistas y solidarias en ‘Nuestra América’ y las mundiales podrán conducirnos a la victoria.
La Habana, 28 de abril de 2016



[i]  Fidel Castro Ruz Una Revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas, Discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, 3 de febrero de 1999, Versiones taquígrafas del Consejo de Estado de la República de Cuba, La Habana.
[ii] Fidel Castro Ruz Discurso en la sesión de clausura de la Conferencia Internacional “Por el equilibrio del mundo”, Las ideas son el arma esencial en la lucha de la humanidad por su propia salvación, Oficinas de Publicación del Consejo de Estado, La Habana, 2003, p. 18.
[iii] Fidel Castro Ruz Discurso en la sesión de clausura del Congreso de Pedagogía 2003, en esta obra citada, p. 26.
[iv] Fidel Castro Ruz Cien horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet, tercera edición, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, p. 130.