miércoles, 6 de abril de 2016

La reincorporación del sabio humor político cubano en la batalla ideológica, política y cultural que se nos adviene

Dr. Orlando Cruz Capote
Investigador del Instituto de Filosofía



Este breve artículo aparenta pecar de cierto retraso, pero en realidad lo comencé a redactar a principios de marzo y tiene la misma frescura y vitalidad de hace un mes. Era más extenso, pero por razones de espacio lo he recortado para su publicación.


Sólo pretendo llamar la atención, el cómo, para qué y por qué las caricaturas y viñetas, luego las denominadas tiras de los comics, algunas seriadas e incluyendo las televisivas y fílmicas, han sido un arma eficaz, irónica y mordaz en el proceso revolucionario cubano (antes y después del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959), para expresar lo que quizás la alta política no puede pronunciar por motives hartos conocidos en el sentido de su repercusión política a lo interno de la sociedad y en las relaciones entre los países, gobiernos y pueblos. Todo lo que se filtra por ese humor fino e inteligente, que no puede ser vulgar y si muy cercano a la realidad, resuena como un latigazo al denunciar desvíos, deformaciones, errores y deficiencias no sólo políticas, sino socioeconómicas, culturales y ética-morales, y que no es menos eficiente que el llamado discurso oficial, ya sea radical o retórico, de la política dominante y/o hegemónica, la cual a veces debe escurrirse por los flancos de la confrontación, aunque se utilice bastante en el combate ideopolítico y cultural directo. El discurso político oficial, el académico -entiéndase el científico y político contextualizado correctamente- y el humorismo profundo, no se demeritan los unos a los otros, sino que se complementan y legitiman recíprocamente. En este momento histórico-político, incluso cuando no urgen las ideologizaciones extremas de antaño, sino los argumentos sólidos, sin tranzar en los principios estratégicos y si la posesión de una flexibilidad dialéctica en la táctica para que los virajes de la historia no nos atrapen desprevenidos, el humor político cubano, como mundo estético y simbólico, tiene su lugar en este complejo entramado de coyunturas de corto, mediano y largo plazo en las batallas culturales que no son más que ideopolíticas.
Esta es una licencia que los humoristas del papel gráfico y las imágenes han poseído y se han ganado a lo largo de la historia de nuestro país -los del teatro tienen también su propia y abundante tradición- que hoy tienen que resignificarse más que nunca en un mundo en donde las imágenes y lo simbólico han adquirido roles preponderantes en la vida cotidiana, y porque el humor y la risa descongestionante constituye una característica consustancial de la IDENTIDAD NACIONAL-CULTURAL del cubano. Antes de la victoria revolucionaria, fueron creados en nuestro país un ‘Liborio’, de Ricardo de la Torriente, (1867-1934); un ‘Bobo’, de Eduardo Félix Abela Villarreal, (1889-1965); un ‘Loquito’ y un ‘Napo-León, de René de la Nuez Robayna, (1937-2015); un ‘Pucho’ y una ‘Supertiñosa’, de Virgilio González Gainza, en el Semanario ‘Mella’ de la Juventud Socialista Popular, organización juvenil del primer partido comunista de Cuba, (1952-1959), con libretos del afamado escritor Marcos Behmaras. Después en el proceso revolucionario y socialista surgieron de la plumilla del ya mencionado René de la Nuez, un “Mogollón”, un “Negativo Compañero”, un “Blandengo” y el “Barbudo”, este último símbolo del pueblo cubano, Mambí y del Ejército Rebelde que defiende las conquistas de la Revolución. (Todo de se puede encontrar en la Ecu Red cubana; María Caridad Pacheco González, Orlando Cruz Capote, Humberto Fabián, Suárez Apuntes para la historia del movimiento juvenil cubano, Editora Abril, La Habana, 1987).

Todos estos personajes humorísticos se cuestionaron no sólo a los antipatriotas y entreguistas, sino pusieron en la picota pública a presidentes, ministros, funcionarios, militares, policías y ‘sargentos políticos’ en sus rejuegos de corrupción administrativa, presiones a votantes, robos y falsificaciones; los desmanes en los juegos de azar en los casinos casi todos en manos de la mafia yanqui-italiana, bueno y la anti-cubana, esa que después hizo su emporio gansteril-mafioso en Miami; el uso inescrupuloso de la prostitución femenina y masculina; los robos y los cambiazos de ganadores en la lotería nacional; el cobro y la salida de los números adelantados de la ‘bolita’ y/o la ‘charada’ por la mismísima policía que controlaba los lugares en que estaban los ‘bancos’; la compra de los votos y la desaparición de cajones llenos de boletas de electores que nunca más se sabía de ellos y por quien en realidad habían votado en las urnas; así como de las grandes sumas de dinero desfalcados en las ‘grandes obras’ que realizaban supuestamente para beneficio del pueblo, etc.; después de la victoria revolucionaria a los mercenarios, lacayos, desertores, gusanos y traidores, pero también a los idealismos y voluntarismos, las espontaneidades insulsas pero actuantes, y que configuraron, en muchos casos, a las contrafiguras que no se deseaban y menos se necesitaban en el proceso revolucionario socialista cubano en su lucha contra el acaparamiento (agio) de los productos del pueblo, la usurería, la especulación en los precios, el burocratismo y la tecnocracia -tan atacados por el Che Guevara, el líder máximo de la Revolución, el compañero Fidel Castro, y Raúl Castro desde inicios del proceso-, la corrupción o ‘Dulce Vita’ de algunos dirigentes, la malversación de los bienes del Estado, los ‘vive bien’, los derrotistas, los ‘blandengues’, etc., que abandonaban no solo el país sino los principios, los recostados o vagos que vivían del trabajo y el esfuerzo ajeno salido del sudor de muchos trabajadores, etc. Más tarde, apareció un Elpidio Valdés, de Juan Padrón, y un ‘Pánfilo’, del actor Luis Silva, entre otros, como los heterogéneos personajes que se exponen en los semanarios ‘Palante’, el ‘DDT’ y ‘Melaito’, etc.

Así surgió ‘Liborio’, un personaje al que muchos han catalogado de un cínico ‘sitiero socarrón’, nostálgico, pesimista y frustrado, sin ansias de vivir y resistir, hasta como de ‘un diablo sumiso y llorón’, que mostró sin embargo el estado de ánimo de parte importante de un pueblo al que habían sesgado la independencia y soberanía nacional. Para decirlo en pocas palabras: le habían socavado y asesinado ‘el sueño martiano’ de una República más digna, justa y popular, ‘con todos y el bien de todos’, excluyendo a los grandes explotadores y lacayos de los gobiernos de turno y el imperialismo estadounidense. En fin, de una seudorepública nacida con la imposición de la Enmienda Platt a la  fuerza a la fuerza en la Constitución de 1901, luego de la oportunista intervención y ocupación militar y política de la Isla por parte de las tropas yanquis (1898-1902), en los finales de la guerra del Ejército Libertador Cubano contra el coloniaje español, contienda bélica cuya balanza estaba a favor de las fuerzas patrióticas del pueblo isleño, y que vencerían más temprano que tarde en la misma. El impacto negativo o positivo, ideológico y político de ‘Liborio’, que puede ser magnificado o subvalorado, se los dejo a los estudios de los sicólogos sociales, filólogos, politólogos, antropólogos y aquellos historiadores que han analizado la problemática (como la extraordinaria intelectual cubana, Adelaida de Juan con su Caricatura de la República, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2002), pero no me cuestiono que fue impactante la imagen de éste para la retoma paulatina de la conciencia nacional, sin compararla en calidad e intensidad política ideológica, como la de aquellos discursos, artículos, folletos y libros incendiarios que circularon con la palabra oral y/o escrita de Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguiliy, Enrique Collazo, Enrique José Varona, Carlos Baliño, Julio César Gandarilla, Juan Marinello Vidaurreta, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Ramiro Guerra, Fernando Ortíz, Emilio Roig de Leuchsenring, Pablo de la Torriente Brau, Gabriel Barceló Gomila, Antonio Guiteras Holmes, Blas Roca Calderio, Jesús Menéndez, Lázaro Peña, y otros tantos que, recuperando las ideas martianas, y entrelazándolas a grandes acontecimientos internacionales como la Revolución Mexicana (1910-1914), la Reforma Universitaria de Córdova, Argentina (1918) y la Revolución Socialista de Octubre (1917) propiciaron el ‘re-despertar de la conciencia nacional’ o la ´década crítica’ en los años 20 y 30 del siglo XX, algunas de cuyas izquierdas comenzaron a articularse con las ideas del marxismo y el leninismo de forma no finiquitada, pero creciente.  

En la época de la dictadura machadista (1925-1933), surge un personaje burlesco, que pone en sonata a la tiranía: el ‘Bobo’ de Eduardo Abela, que se dio ‘el lujo’ de ser reproducido en los principales periódicos de la Isla, ya fueran de derecha, ‘centro’ y de izquierda, que se mofaba con sus ‘boberías y tontadas’ de la política en curso. Tan rigurosa y profunda era esa tira dibujada, con trazos lineales pero dinámicos, que ni siquiera los censuradores -que no eran estúpidos y tampoco tolerantes- podían desaparecer al ‘Bobo’ de los diarios, menos de la vida cotidiana de los cubanos que reían e interpretaban sus ocurrencias, dando un aire fresco al clima de miseria y terror implantado, y a la dura crisis estructural del país atrasado y deformado, subdesarrollado/subdesarrollante -como afirma el eminente intelectual cubano Roberto Fernández Retamar-, en que se encontraba sumergida la mayor de las Antillas, por su dependencia a los EE.UU., que atravesaba junto a todo el sistema capitalista mundial por la terrible sacudida del ‘Crac financiero de 1929’ en Wall Street. Los crímenes, los abusos, las torturas, el servilismo ante el intrusismo y el ingerencismo estadounidense en el plano, socioeconómico, comercial, financiero, militar, diplomático y político, así como las luchas sociales, las esperanzas de un pueblo que reorganizaba sus fuerzas y se lanzó poco después al proceso revolucionario de 1930, pasando por ‘la prueba de fuego práctico’ en la Revolución de 1933, no dejaba lugar a dudas del papel del ‘Bobo’ como reproductor de las ingentes necesidades-demandas de las masas populares y las fuerzas progresistas-democráticas, pero también del rol concientizador que pudo inducir en el seno del pueblo, cuando casi todos los manifiestos patrióticos, comunistas, antimperialistas, diarios antidictatoriales y antiyanquis estaban circulando en la más férrea clandestinidad, incluyendo a las personalidades y organizaciones que lo editaban, muchas de cuyas figuras fueron encarceladas, deportadas, exiliadas y asesinadas. Si el accionar de las heterogéneas organizaciones revolucionarias fue determinante para derrotar al dictador que se dio a la fuga un 12 de agosto de 1933, a pesar de la intromisión de la ‘Misión Welles’, habría que precisar hasta donde caló en el imaginario y la conciencia cotidiana del ciudadano común esa crítica satírica, compleja pero diáfana, del ‘Bobo’.

El problema del ‘Bobo’, como después del ‘Loquillo’ y el perro ‘Pucho’ -estos últimos surgidos en plena dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958)-, es que no eran tan bobos, ni locos de remate, tampoco perros dóciles y amaestrados, al contrario, fueron muy inteligentes y punzantes, y nadie como ellos para reflejar el clásico ‘choteo cubano’ -como lo describiera el conservador intelectual nacional, Jorge Mañach, en su texto Indagación del Choteo’, en 1928, (2da edición, Editorial La Verónica, La Habana, 1940)-, pero en una perspectiva crítica más benefactora. Aquel choteo o burla que, en las peores condiciones de la existencia humana, ponía una gota de humor consolador y vivificante, humor duro y negro inclusive, que permitía soportar y resistir no pasivamente con la expectativa de un futuro inmediato digno superior. Luego se sumarían a ese choteo burlesco y fastidioso para los ricos y poderosos, el ‘Napo-León y la ‘Supertiñosa’, quienes sin ser orates actuaban dando muestras de locuras y esquizofrenias simuladas, ridiculizando y criticando hasta la saciedad al tirano, y de paso, a su dueño benefactor, el imperialismo yanqui. Todos, casi todos, tenían mucho de egocentrías, arrogancias criollas, osadez y de ser hipercriticones empedernidos. Hasta ‘Pucho’ llegó al extremo de ‘orinarse en los pantalones del tirano Batista’, todo un símbolo del irrespeto que se merecía el ‘hombre fuerte’ de Cuba para los gobiernos norteamericanos y sus sicarios en el país. La ‘Supertiñosa’, imagen distorsionada del águila imperial, siempre era derrotada, aunque parcialmente, por el cubano común con su verbo, gesticulaciones y acciones; el ‘Loquito’, un orate ‘desfachatado y malicioso’, pero con mucha vergüenza y dignidad, se las arreglaba hasta para dar noticias de la insurrección en las montañas y los llanos, en los campos y zonas urbanas, llegando al alzamiento en la Sierra Maestra.
Más reciente, Elpidio Valdés, hizo sonreír hasta a los españoles por su original guerra y burla hacia las tropas hispanas en la guerra contra los ‘Mambises’, el Ejército Libertador Cubano, junto a su corcel ‘Palmiche’. Un personaje lleno de ingeniosidades que lleva a cabo las acciones bélicas siempre con formas asimétricas, como buen guerrillero, poniendo en juego todas las habilidades posibles y válidas contra el ocupante colonial de su Patria. Quizás, Elpidio Valdés solo haya irritado a los franquistas falangistas, como al señor José María Aznar.

Y ahora, el actor Luis Silva, el archiconocido ‘Pánfilo’, que en su programa de gran audiencia nacional: “Vivir del Cuento”, ha utilizado la aguda crítica satírica de doble intención para razonar inteligentemente acerca de las limitaciones reales del pueblo cubano -algo inusual en la televisión cubana que la ven millones de connacionales, no así los grupos de humoristas en los teatros con un público más limitado-, las deficiencias internas, como el racionamiento del pan, las enormes escaseces y la libreta de abastecimiento, que han sido sus puntales humorísticos, más el ‘supuesto’ presidente de un Comité de Defensa de la Revolución que hace de ‘soplón’ en vez de educador político y cuando acomete esa tarea la concibe desde la clásica ‘muela’ demagógica antididáctica, y que asume, en muchas ocasiones, una doble moral; así como el paralelismo bien realizado sobre el acercamiento de dos vecinos del barrio, que se llevaban muy mal y no se hablaban desde hacía un buen número de años, pero que de un momento para el otro habían arreglado sus relaciones -siempre con la sospecha de que en algún momento estas puedan retroceder- conversando, dialogando y ofreciéndose posibilidades de un intercambio inusual.

En fin, que el humor político cubano se ha constituido en un arma de la crítica revolucionaria cuando es utilizado de manera inteligente y con el ánimo de transformar las mentalidades y las costumbres tradicionalistas -no las tradicionales que se sintetizan muy bien con las modernas y contemporáneas, incluso aquellos que hablan de las postmodernistas- que se reconstruyen en el día a día en un proceso de actualización del modelo económico y social socialista nacional, que debe rebasar las expectativas de bienestar próspero y sostenible del pueblo, con una redefinición ideológica y política estructural y funcional. Es decir, todo realizable con la recomposición del consenso nacional, que incluye al importante bloque socioclasista popular pero que no se reduce a él, teniendo en cuenta la diversidad en la Isla, y de la reconfiguración de la hegemonía político cultural y civilizatoria socialista que debe llevarnos a la salida victoriosa en esta coyuntura de cambios en donde la ética y la política o la política ética y cultural se convierten en una necesidad histórica.

El mandatario Barack Husein Obama, dado a las comedias y hacer humorismo, de doble sentido, ¡doble pensamiento imperialista!, para engatusar y someter a las mentes de las personas, jugó ese rol, hábilmente, en su visita a Cuba, tanto en las conferencias de prensa como en su discurso en el Gran Teatro Alicia Alonso, aunque allí su ‘humor’ –si lo hubo, porque el bloqueo no es un chiste para nadie en este país- se convirtió en un mensaje subliminal de ‘propaganda negra’, que levantó enormes ronchas, y que sólo porque los representantes variados de la sociedad civil cubana fueron extremadamente respetuosos en la susodicha intervención no provocó un incidente. Estos, aplaudieron lo que tenían que aplaudir -dos personas entre la delegación norteamericana iniciaban los aplausos en los momentos que hacía falta -el clásico ‘Reality Show’-, y, en otros casos, escucharon detenidamente, tratando de descifrar el discurso colmado de retóricas, palabras y frases de elogios, otras de críticas no tan solapadas, mentiras como la de olvidar la historia, entre otras, y de un mensaje que al final quedaba claro. Mucho que ofrecer pero el bloqueo del imperialismo quedaba casi intacto, como ‘Espada de Damocles’, si Cuba no daba pasos hacia una ‘democracia y libertad pluripartidista’, además de acoger los ‘derechos humanos universales’ de la sociedad de mercado liberal y peor aún, neoliberal.

Pero si sucedió la otra aventura humorística y ridícula del señor Obama. Obama y ‘Pánfilo’ no solo hablaron por teléfono, sino que el mandatario fue al programa -con Tele-promter o sin el- se sentó en la mesa de jugar dominó y tuvo que escuchar de Pánfilo -que no sabía cómo iba a poner la ficha del gane- que ‘estaba bloqueado’. Como ha escrito mi colega la Dra. Mayra Sánchez Medina en su artículo: “La hora de Pánfilo o la estetización de la política, recién publicado en el ‘blog de la Revista Cubana de Ciencias Sociales’, de nuestro Instituto de Filosofía, llegó la hora de ‘la sociedad del espectáculo’ en las relaciones internacionales -si hace rato no estábamos en ella inmersos, cuando la anunció en los lejanos años de finales de las décadas del 50 y principios de los 60, Guy Debord en ‘La sociedad del espectáculo’-[i] y nos toca desempeñar de forma ingeniosa un lugar en la misma, si caer en vulgaridades y banalidades.

Pero ese espacio público no puede quedar libre para que lo usen los adversarios y enemigos de siempre, tanto internos como externos. La autora culmina su artículo con el siguiente párrafo: “(…) Obama y sus asesores nos brindaron una clase magistral de cómo operar estos resortes en la comunicación política, utilizando al humor como recurso, desde uno de sus personajes más reconocidos y aceptados por el gusto popular. Sonriamos entonces, pero, sin ingenuidad. Ya sabiamos que el campo de batalla politica se había tornado en un espacio marcadamente cultural. Aquí tenemos una excelente muestra”.[ii]

¿Hará falta un nuevo personaje humorísitico que diga lo que hace falta decir, sin que nadie se ponga disgutado en las nuevas coyunturas históricas del proceso de normalización entre la Cuba revolucionaria y socialista y los Estados Unidos de América? Yo considero que si. Inventiva, sentido del humor y seriedad poseemos para realizar esa encomienda, con perdón de aquellos que se ofendan.

Porque como expresara Fidel Castro en su reflexión “El Hermano Obama”-Cubadebate, 28 de marzo de 2016- no nos moriremos de un infarto ante las sartas de falacias, no olvidaremos la historia y del imperialismo no necesitamos un regalo.

La Habana, 6 de abril de 2016


[i]  Guy Debord, intelectual francés, miembro destacado de la vanguardia artística y política en “La Internacional Situacionista”, 1957-1972, junto a Asger Jorn, Michèle Bernstein, Raoul Vaneigem, Gianfranco Sanguinetti, Constant Nieuwenhuys, etc., describió críticamente a la sociedad capitalista como una sociedad espectacular que utilizaba la estética y la cultura como parte de la trama política. En ella, lo político y lo artístico se fusionan para intentar superar las condiciones de separación de la vida a las que nos somete la sociedad capitalista avanzada, y trató de superar el arte como esfera separada de la vida, como especialización. Guy Debord La sociedad del Espectáculo, http://www.debord.espect.htm; Manifiesto Situacionista (1999) Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Literatura Gris, Madrid. (Internationale Situationniste, No. 4, june, Paris 1960); Jean Barrot Aufheben (2009) Crítica de la internacional Situacionista, Editorial Klinamen, www.editorialklinamen.org, Comunización, www.comunizacion.klinamen.org.
[ii]  Mayra Sánchez Medina La hora de Pánfilo o la estetización de la política, Blog Revista Cubana de Ciencias Sociales, ISSN: 0138-6425, miércoles, 30 de marzo de 2016, http://cienciasocialescuba.blogspost.com.

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