Dr. Orlando Cruz Capote
Investigador del Instituto de Filosofía
Este breve artículo aparenta pecar
de cierto retraso, pero en realidad lo comencé a redactar a principios de marzo
y tiene la misma frescura y vitalidad de hace un mes. Era más extenso, pero por
razones de espacio lo he recortado para su publicación.
Sólo pretendo llamar la atención, el
cómo, para qué y por qué las caricaturas y viñetas, luego las denominadas tiras
de los comics, algunas seriadas e incluyendo las televisivas y fílmicas, han
sido un arma eficaz, irónica y mordaz en el proceso revolucionario cubano
(antes y después del triunfo revolucionario del primero de enero de 1959), para
expresar lo que quizás la alta política no puede pronunciar por motives hartos
conocidos en el sentido de su repercusión política a lo interno de la sociedad
y en las relaciones entre los países, gobiernos y pueblos. Todo lo que se
filtra por ese humor fino e inteligente, que no puede ser vulgar y si muy
cercano a la realidad, resuena como un latigazo al denunciar desvíos,
deformaciones, errores y deficiencias no sólo políticas, sino socioeconómicas,
culturales y ética-morales, y que no es menos eficiente que el llamado discurso
oficial, ya sea radical o retórico, de la política dominante y/o hegemónica, la
cual a veces debe escurrirse por los flancos de la confrontación, aunque se
utilice bastante en el combate ideopolítico y cultural directo. El discurso político
oficial, el académico -entiéndase el científico y político contextualizado
correctamente- y el humorismo profundo, no se demeritan los unos a los otros,
sino que se complementan y legitiman recíprocamente. En este momento histórico-político,
incluso cuando no urgen las ideologizaciones extremas de antaño, sino los
argumentos sólidos, sin tranzar en los principios estratégicos y si la posesión
de una flexibilidad dialéctica en la táctica para que los virajes de la
historia no nos atrapen desprevenidos, el humor político cubano, como mundo
estético y simbólico, tiene su lugar en este complejo entramado de coyunturas
de corto, mediano y largo plazo en las batallas culturales que no son más que ideopolíticas.
Esta es una licencia
que los humoristas del papel gráfico y las imágenes han poseído y se han ganado
a lo largo de la historia de nuestro país -los del teatro tienen también su
propia y abundante tradición- que hoy tienen que resignificarse más que nunca
en un mundo en donde las imágenes y lo simbólico han adquirido roles
preponderantes en la vida cotidiana, y porque el humor y la risa
descongestionante constituye una característica consustancial de la IDENTIDAD
NACIONAL-CULTURAL del cubano. Antes de la victoria revolucionaria, fueron
creados en nuestro país un ‘Liborio’, de Ricardo de la Torriente, (1867-1934);
un ‘Bobo’, de Eduardo Félix Abela Villarreal, (1889-1965); un ‘Loquito’ y un
‘Napo-León, de René de la Nuez Robayna, (1937-2015); un ‘Pucho’ y una ‘Supertiñosa’,
de Virgilio González Gainza, en el Semanario
‘Mella’ de la Juventud Socialista Popular,
organización juvenil del primer partido comunista de Cuba, (1952-1959), con
libretos del afamado escritor Marcos Behmaras. Después en el proceso
revolucionario y socialista surgieron de la plumilla del ya mencionado René de
la Nuez, un “Mogollón”, un “Negativo Compañero”, un “Blandengo” y
el “Barbudo”, este último símbolo del pueblo cubano, Mambí y del Ejército
Rebelde que defiende las conquistas de la Revolución. (Todo de se puede
encontrar en la Ecu Red cubana; María Caridad Pacheco
González, Orlando Cruz Capote, Humberto Fabián, Suárez Apuntes para la historia del
movimiento juvenil cubano, Editora Abril, La Habana, 1987).
Todos estos personajes humorísticos se cuestionaron no
sólo a los antipatriotas y entreguistas, sino pusieron en
la picota pública a presidentes, ministros, funcionarios, militares, policías y
‘sargentos políticos’ en sus rejuegos de corrupción administrativa, presiones a
votantes, robos y falsificaciones; los desmanes en los juegos de azar en los
casinos casi todos en manos de la mafia yanqui-italiana, bueno y la anti-cubana,
esa que después hizo su emporio gansteril-mafioso en Miami; el uso
inescrupuloso de la prostitución femenina y masculina; los robos y los
cambiazos de ganadores en la lotería nacional; el cobro y la salida de los
números adelantados de la ‘bolita’ y/o la ‘charada’ por la mismísima policía
que controlaba los lugares en que estaban los ‘bancos’; la compra de los votos
y la desaparición de cajones llenos de boletas de electores que nunca más se
sabía de ellos y por quien en realidad habían votado en las urnas; así como de
las grandes sumas de dinero desfalcados en las ‘grandes obras’ que realizaban
supuestamente para beneficio del pueblo, etc.; después de la victoria
revolucionaria a los mercenarios, lacayos, desertores,
gusanos y traidores, pero también a los idealismos y voluntarismos, las
espontaneidades insulsas pero actuantes, y que configuraron, en muchos casos, a
las contrafiguras que no se deseaban y menos se necesitaban en el proceso
revolucionario socialista cubano en su lucha contra el acaparamiento (agio) de
los productos del pueblo, la usurería, la especulación en los precios, el
burocratismo y la tecnocracia -tan atacados por el Che Guevara, el líder máximo
de la Revolución, el compañero Fidel Castro, y Raúl Castro desde inicios del
proceso-, la corrupción o ‘Dulce Vita’ de algunos dirigentes, la malversación
de los bienes del Estado, los ‘vive bien’, los derrotistas, los ‘blandengues’,
etc., que abandonaban no solo el país sino los principios, los recostados o
vagos que vivían del trabajo y el esfuerzo ajeno salido del sudor de muchos
trabajadores, etc. Más tarde, apareció un
Elpidio Valdés, de Juan Padrón, y un ‘Pánfilo’, del actor Luis Silva, entre
otros, como los heterogéneos personajes que se exponen en los semanarios
‘Palante’, el ‘DDT’ y ‘Melaito’, etc.
Así surgió ‘Liborio’, un personaje
al que muchos han catalogado de un cínico ‘sitiero socarrón’, nostálgico,
pesimista y frustrado, sin ansias de vivir y resistir, hasta como de ‘un diablo
sumiso y llorón’, que mostró sin embargo el estado
de ánimo de parte importante de un pueblo al que habían sesgado la independencia
y soberanía nacional. Para decirlo en pocas palabras: le habían socavado y
asesinado ‘el sueño martiano’ de una República más digna, justa y popular, ‘con
todos y el bien de todos’, excluyendo a los grandes explotadores y lacayos de
los gobiernos de turno y el imperialismo estadounidense. En fin, de una
seudorepública nacida con la imposición de la Enmienda Platt a la fuerza a la fuerza en la Constitución de 1901,
luego de la oportunista intervención y ocupación militar y política de la Isla
por parte de las tropas yanquis (1898-1902), en los finales de la guerra del
Ejército Libertador Cubano contra el coloniaje español, contienda bélica cuya
balanza estaba a favor de las fuerzas patrióticas del pueblo isleño, y que
vencerían más temprano que tarde en la misma. El impacto negativo o positivo,
ideológico y político de ‘Liborio’, que puede ser magnificado o subvalorado, se
los dejo a los estudios de los sicólogos sociales, filólogos, politólogos,
antropólogos y aquellos historiadores que han analizado la problemática (como
la extraordinaria intelectual cubana, Adelaida de Juan con su Caricatura
de la República,
Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2002),
pero no me cuestiono que fue impactante la imagen de éste para la retoma paulatina
de la conciencia nacional, sin compararla en calidad e intensidad política
ideológica, como la de aquellos discursos, artículos, folletos y libros
incendiarios que circularon con la palabra oral y/o escrita de Juan Gualberto
Gómez, Manuel Sanguiliy, Enrique Collazo, Enrique José Varona, Carlos Baliño,
Julio César Gandarilla, Juan Marinello Vidaurreta, Julio Antonio Mella, Rubén
Martínez Villena, Ramiro Guerra, Fernando Ortíz, Emilio Roig de Leuchsenring,
Pablo de la Torriente Brau, Gabriel Barceló Gomila, Antonio Guiteras Holmes, Blas
Roca Calderio, Jesús Menéndez, Lázaro Peña, y otros tantos que, recuperando las
ideas martianas, y entrelazándolas a grandes acontecimientos internacionales
como la Revolución Mexicana (1910-1914), la Reforma Universitaria de Córdova, Argentina
(1918) y la Revolución Socialista de Octubre (1917) propiciaron el ‘re-despertar
de la conciencia nacional’ o la ´década crítica’ en los años 20 y 30 del siglo
XX, algunas de cuyas izquierdas comenzaron a articularse con las ideas del
marxismo y el leninismo de forma no finiquitada, pero creciente.
En la época de la dictadura machadista (1925-1933),
surge un personaje burlesco, que pone en sonata a la tiranía: el ‘Bobo’ de
Eduardo Abela, que se dio ‘el lujo’ de ser reproducido en los principales
periódicos de la Isla, ya fueran de derecha, ‘centro’ y de izquierda, que se
mofaba con sus ‘boberías y tontadas’ de la política en curso. Tan rigurosa y
profunda era esa tira dibujada, con trazos lineales pero dinámicos, que ni
siquiera los censuradores -que no eran estúpidos y tampoco tolerantes- podían
desaparecer al ‘Bobo’ de los diarios, menos de la vida cotidiana de los cubanos
que reían e interpretaban sus ocurrencias, dando un aire fresco al clima de
miseria y terror implantado, y a la dura crisis estructural del país atrasado y
deformado, subdesarrollado/subdesarrollante -como afirma el eminente
intelectual cubano Roberto Fernández Retamar-, en que se encontraba sumergida
la mayor de las Antillas, por su dependencia a los EE.UU., que atravesaba junto
a todo el sistema capitalista mundial por la terrible sacudida del ‘Crac
financiero de 1929’ en Wall Street. Los crímenes, los abusos, las torturas, el
servilismo ante el intrusismo y el ingerencismo estadounidense en el plano,
socioeconómico, comercial, financiero, militar, diplomático y político, así
como las luchas sociales, las esperanzas de un pueblo que reorganizaba sus
fuerzas y se lanzó poco después al proceso revolucionario de 1930, pasando por ‘la
prueba de fuego práctico’ en la Revolución de 1933, no dejaba lugar a dudas del
papel del ‘Bobo’ como reproductor de las ingentes necesidades-demandas de las
masas populares y las fuerzas progresistas-democráticas, pero también del rol
concientizador que pudo inducir en el seno del pueblo, cuando casi todos los
manifiestos patrióticos, comunistas, antimperialistas, diarios
antidictatoriales y antiyanquis estaban circulando en la más férrea
clandestinidad, incluyendo a las personalidades y organizaciones que lo
editaban, muchas de cuyas figuras fueron encarceladas, deportadas, exiliadas y
asesinadas. Si el accionar de las heterogéneas organizaciones revolucionarias
fue determinante para derrotar al dictador que se dio a la fuga un 12 de agosto
de 1933, a pesar de la intromisión de la ‘Misión Welles’, habría que precisar
hasta donde caló en el imaginario y la conciencia cotidiana del ciudadano común
esa crítica satírica, compleja pero diáfana, del ‘Bobo’.
El problema del ‘Bobo’, como después del ‘Loquillo’
y el perro ‘Pucho’ -estos últimos surgidos en plena dictadura de Fulgencio
Batista (1952-1958)-, es que no eran tan bobos, ni locos de remate, tampoco perros
dóciles y amaestrados, al contrario, fueron muy inteligentes y punzantes, y
nadie como ellos para reflejar el clásico ‘choteo cubano’ -como lo describiera
el conservador intelectual nacional, Jorge Mañach, en su texto ‘Indagación del Choteo’, en 1928, (2da edición, Editorial La
Verónica, La Habana, 1940)-, pero en una perspectiva crítica más benefactora. Aquel
choteo o burla que, en las peores condiciones de la existencia humana, ponía
una gota de humor consolador y vivificante, humor duro y negro inclusive, que
permitía soportar y resistir no pasivamente con la expectativa de un futuro
inmediato digno superior. Luego se sumarían a ese choteo burlesco y fastidioso
para los ricos y poderosos, el ‘Napo-León y la ‘Supertiñosa’,
quienes sin ser orates actuaban dando muestras de locuras y esquizofrenias
simuladas, ridiculizando y criticando hasta la saciedad al tirano, y de paso, a
su dueño benefactor, el imperialismo yanqui. Todos, casi todos, tenían mucho de
egocentrías, arrogancias criollas, osadez y de ser hipercriticones
empedernidos. Hasta ‘Pucho’ llegó al extremo de ‘orinarse en los pantalones del
tirano Batista’, todo un símbolo del irrespeto que se merecía el ‘hombre fuerte’
de Cuba para los gobiernos norteamericanos y sus sicarios en el país. La
‘Supertiñosa’, imagen distorsionada del águila imperial, siempre era derrotada,
aunque parcialmente, por el cubano común con su verbo, gesticulaciones y acciones;
el ‘Loquito’, un orate ‘desfachatado y malicioso’, pero con mucha vergüenza y
dignidad, se las arreglaba hasta para dar noticias de la insurrección en las
montañas y los llanos, en los campos y zonas urbanas, llegando al alzamiento en
la Sierra Maestra.
Más reciente, Elpidio Valdés, hizo
sonreír hasta a los españoles por su original guerra y burla hacia las tropas
hispanas en la guerra contra los ‘Mambises’, el Ejército Libertador Cubano,
junto a su corcel ‘Palmiche’. Un personaje lleno de ingeniosidades que lleva a
cabo las acciones bélicas siempre con formas asimétricas, como buen
guerrillero, poniendo en juego todas las habilidades posibles y válidas contra
el ocupante colonial de su Patria. Quizás, Elpidio Valdés solo haya irritado a
los franquistas falangistas, como al señor José María Aznar.
Y ahora, el actor Luis Silva, el
archiconocido ‘Pánfilo’, que en su programa de gran audiencia nacional: “Vivir
del Cuento”, ha utilizado la aguda crítica satírica de doble intención para
razonar inteligentemente acerca de las limitaciones reales del pueblo cubano
-algo inusual en la televisión cubana que la ven millones de connacionales, no
así los grupos de humoristas en los teatros con un público más limitado-, las
deficiencias internas, como el racionamiento del pan, las enormes escaseces y
la libreta de abastecimiento, que han sido sus puntales humorísticos, más el
‘supuesto’ presidente de un Comité de Defensa de la Revolución que hace de ‘soplón’
en vez de educador político y cuando acomete esa tarea la concibe desde la
clásica ‘muela’ demagógica antididáctica, y que asume, en muchas ocasiones, una
doble moral; así como el paralelismo bien realizado sobre el acercamiento de
dos vecinos del barrio, que se llevaban muy mal y no se hablaban desde hacía un
buen número de años, pero que de un momento para el otro habían arreglado sus
relaciones -siempre con la sospecha de que en algún momento estas puedan
retroceder- conversando, dialogando y ofreciéndose posibilidades de un intercambio
inusual.
En fin, que el humor político
cubano se ha constituido en un arma de la crítica revolucionaria cuando es
utilizado de manera inteligente y con el ánimo de transformar las mentalidades
y las costumbres tradicionalistas -no las tradicionales que se sintetizan muy
bien con las modernas y contemporáneas, incluso aquellos que hablan de las
postmodernistas- que se reconstruyen en el día a día en un proceso de
actualización del modelo económico y social socialista nacional, que debe
rebasar las expectativas de bienestar próspero y sostenible del pueblo, con una
redefinición ideológica y política estructural y funcional. Es decir, todo
realizable con la recomposición del consenso nacional, que incluye al
importante bloque socioclasista popular pero que no se reduce a él, teniendo en
cuenta la diversidad en la Isla, y de la reconfiguración de la hegemonía
político cultural y civilizatoria socialista que debe llevarnos a la salida
victoriosa en esta coyuntura de cambios en donde la ética y la política o la
política ética y cultural se convierten en una necesidad histórica.
El mandatario Barack Husein Obama, dado
a las comedias y hacer humorismo, de doble sentido, ¡doble pensamiento
imperialista!, para engatusar y someter a las mentes de las personas, jugó ese
rol, hábilmente, en su visita a Cuba, tanto en las conferencias de prensa como en
su discurso en el Gran Teatro Alicia Alonso, aunque allí su ‘humor’ –si lo
hubo, porque el bloqueo no es un chiste para nadie en este país- se convirtió
en un mensaje subliminal de ‘propaganda negra’, que levantó enormes ronchas, y
que sólo porque los representantes variados de la sociedad civil cubana fueron
extremadamente respetuosos en la susodicha intervención no provocó un incidente.
Estos, aplaudieron lo que tenían que aplaudir -dos personas entre la delegación
norteamericana iniciaban los aplausos en los momentos que hacía falta -el
clásico ‘Reality Show’-, y, en otros casos, escucharon detenidamente, tratando
de descifrar el discurso colmado de retóricas, palabras y frases de elogios,
otras de críticas no tan solapadas, mentiras como la de olvidar la historia,
entre otras, y de un mensaje que al final quedaba claro. Mucho que ofrecer pero
el bloqueo del imperialismo quedaba casi intacto, como ‘Espada de Damocles’, si
Cuba no daba pasos hacia una ‘democracia y libertad pluripartidista’, además de
acoger los ‘derechos humanos universales’ de la sociedad de mercado liberal y
peor aún, neoliberal.
Pero si sucedió la otra aventura
humorística y ridícula del señor Obama. Obama y ‘Pánfilo’ no solo hablaron por
teléfono, sino que el mandatario fue al programa -con Tele-promter o sin el- se
sentó en la mesa de jugar dominó y tuvo que escuchar de Pánfilo -que no sabía
cómo iba a poner la ficha del gane- que ‘estaba bloqueado’. Como ha escrito mi
colega la Dra. Mayra Sánchez Medina en su artículo: “La hora de Pánfilo o la estetización de la política”, recién publicado en el ‘blog de
la Revista Cubana de Ciencias Sociales’, de nuestro Instituto de
Filosofía, llegó la hora de ‘la sociedad del espectáculo’ en las relaciones
internacionales -si hace rato no estábamos en ella inmersos, cuando la anunció en
los lejanos años de finales de las décadas del 50 y principios de los 60, Guy
Debord en ‘La sociedad del espectáculo’-[i] y nos
toca desempeñar de forma ingeniosa un lugar en la misma, si caer en
vulgaridades y banalidades.
Pero ese espacio público no puede quedar libre para que lo usen los
adversarios y enemigos de siempre, tanto internos como externos. La autora culmina su artículo con el siguiente párrafo: “(…)
Obama y sus asesores nos brindaron una clase magistral de cómo operar estos
resortes en la comunicación política, utilizando al humor como recurso, desde
uno de sus personajes más reconocidos y aceptados por el gusto popular.
Sonriamos entonces, pero, sin ingenuidad. Ya sabiamos que el campo de batalla
politica se había tornado en un espacio marcadamente cultural. Aquí tenemos una
excelente muestra”.[ii]
¿Hará
falta un nuevo personaje humorísitico que diga lo que hace falta decir, sin que
nadie se ponga disgutado en las nuevas coyunturas históricas del proceso de
normalización entre la Cuba revolucionaria y socialista y los Estados Unidos de
América? Yo considero que si. Inventiva, sentido del humor y seriedad poseemos
para realizar esa encomienda, con perdón de aquellos que se ofendan.
Porque
como expresara Fidel Castro en su reflexión “El Hermano Obama”-Cubadebate, 28 de marzo de 2016-
no nos moriremos de un infarto ante las sartas de falacias, no olvidaremos la
historia y del imperialismo no necesitamos un regalo.
La Habana, 6 de abril de 2016
[i] Guy Debord, intelectual francés, miembro
destacado de la vanguardia artística y política en “La Internacional
Situacionista”, 1957-1972, junto a Asger Jorn, Michèle Bernstein, Raoul Vaneigem, Gianfranco
Sanguinetti, Constant
Nieuwenhuys, etc., describió críticamente a la sociedad capitalista como
una sociedad espectacular que utilizaba la estética y la cultura como parte de
la trama política. En ella, lo político y lo artístico se fusionan para intentar superar las
condiciones de separación de la vida a las que nos somete la sociedad
capitalista avanzada, y trató de superar el arte como esfera separada de la
vida, como especialización. Guy
Debord La sociedad del Espectáculo, http://www.debord.espect.htm;
Manifiesto Situacionista (1999) Internacional situacionista, vol. I:
La realización del arte, Literatura Gris, Madrid. (Internationale
Situationniste, No. 4, june,
Paris 1960); Jean Barrot Aufheben (2009) Crítica
de la internacional Situacionista, Editorial Klinamen,
www.editorialklinamen.org, Comunización, www.comunizacion.klinamen.org.
[ii] Mayra Sánchez Medina La hora de Pánfilo o la estetización de la política, Blog
Revista Cubana de Ciencias Sociales, ISSN: 0138-6425, miércoles, 30 de marzo de
2016, http://cienciasocialescuba.blogspost.com.
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